The End
- Charles un día como hoy, un ángel partió y la puerta se
abrió.
La última frase de Sargas, se
compacto con el título de la melodía, las horas pasaron rápido, mientras él
sentado en el pórtico de la casa, pensaba, dieron las 6 A.M el sol recién venia
de paseo del lado opuesto del planeta, Charles entro a su hogar, lavo su cara
que cada vez le parecía más extraña, un semblante de sombría oscuridad apareció
mientras pensaba, lo cual le sorprendió, se apuro a vestirse, poniéndose un
traje de color noche que encontró aun planchado, lo demás estaba sucio, arañado
y destruido, acto siguiente intento arreglar el desorden en su morada, levanto
lo caído y voto lo quebrado, pero algo raro paso, cerca de la puerta en la que
dormía su piano, apareció otra puerta, lo cual le extraño, el no recuerda haber
visto esa nueva entrada, quizá fue la oscuridad de la noche, o la confusión de
explorar el hogar que olvido, eso él pensó, un temblor su cuerpo obtuvo y un
cambio facial en él nació.
- ¡El cuchillo!
Exclamo Charles, se acerco a la
pequeña cocina, donde solo moraba un frigorífico plateado, un horno de cuatro
hornillas, un microondas color blanco y otros pequeños utensilios de poca
importancia, él se fue directo a un gabinete de los muchos que habían, como si
recordara bien los detalles de ese lugar, saco un gran cuchillo del gabinete,
con un trapo viejo lo limpio, probo el filo de su amigo en su índice, con eso
comprobó que era perfecto, para luego abandonarlo en la mesa vecina a la cocina
y prosiguió a examinar la habitación nueva, no tenia seguro, no estaba trabada,
mucho menos desordenada, el acceso era totalmente libre, entro con una mirada
perdida, el brillo de confusión de sus ojos se había borrado, lo dilatado de
ellos resalto, se sentó en una mecedora que traía grabado un nombre “Addeline”,
una sonrisa en el rostro de él se rebeló, pero sus ojos, sus ojos ya no
pertenecían a esta realidad, el cuarto se expandió en su mente, las personas
que aparecían en los cuadros en la pared de la alcoba lo observaban y al mismo
tiempo evitaban verlo, él sabía que lo merecía, él mismo se odiaba, la
pesadilla empezó, tenía que despertar una vez más, ya no había vuelta de hoja,
este cuarto guardo sus recuerdos olvidados, este cuarto le mato, este maldito
cuarto le recordó que era un bestia.
Se levanto de la mecedora, se
acerco al mueble pequeño que estaba en la habitación decorado en rosa, con
motivos florales tallados por un experto, o eso parecía, sin dudarlo abrió el
cajón y extrajo dos papeles arrugados, la sonrisa adquirida se torno en
tristeza, pues sus lagunas se secaban en esa habitación, se sentó de nuevo, su
cuerpo temblaba pues lo shocks lo habían poseído, prosiguió a leer el primer
papel encontrado en voz alta, quizás era una ortografía pésima, pero el sentimiento
que guardaba su pecho para con esos trazos que fueron hechos a mano, le hacían
que fuera lo más legible que había visto en su vida, mientras los ojos de un
ángel desde la foto más grande que decoraba la habitación lo bañaban en culpa.
“Te quiero, le doy gracias a dios
por tenerte, feliz cumpleaños Papi…”
Su respiración se agito, las
venas bombeaban demasiada sangre, su corazón empezó a hacer doble fuerza para
resistir, en su cabeza las neuronas morían, en su pecho su alma se quebraba de
nuevo, su vista se nublaba, la ira se opaco por el llanto, sus manos dejaron
caer la primera hoja que fue impactada por las gotas que descendían de su
mirada, la foto del ángel en la pared le sonreía, pero el lloraba, un grito que
opaco el llanto salió de su boca.
- ¿Por qué?
Una pregunta lanzada al aire, él limpio
las goteras de sus ojos que se volvían represa, para poder matarse de nuevo,
creyó que la segunda hoja también seria escrita por Addeline, su hija, la
palabra que termino de abrir su realidad, el cuarto en el que vivía un ángel,
de cabello castaño, de mirada de sol y de sonrisa de princesa, el destino no le
complació, pues la ortografía y el estilo de letra que encontró en la otra
carta el la conocía y aun más la leyó recientemente, en su primer pesadilla,
era la letra de su esposa, Leonor, las lagrimas también cayeron sobre esa
carta, que fue la llave final a su sueño de amnesia y el despertar a su agria
realidad.
“No puedo Charles, ya no, no hay
sentido, no te culpo, pero soy débil, no te pido que me perdones, pero déjame
sola, no me busques, no estoy con mi familia, solamente me voy, quiero vivir
sola este dolor, te amo, pero entiende, Dios me robo a mi ángel.
Charles te amo nunca dudes de eso
y no fue tu culpa.
Pero no puedo.”
Solamente esas palabras dejo
Leonor, fueron demasiadas pues Charles ya no vivía, su existencia volvió y
revivió toda esa historia:
- Mira Charles alguien te quiere
saludar.
Le dijo con dolor Leonor mientras
acostaba sobre una camilla estaba, un ángel vestido de niña salía de entre una
sabana a darle un suspiro a su angustiado padre, luego de un parto dificultoso,
pero todo salió bien, la niña no tuvo complicaciones futuras, creció como una
princesa rodeado por el amor de su padre pianista y su madre pintora.
Los días eran hermosos en esa
pequeña casa, Charles amaba con todas sus fuerzas a sus dos niñas, la que
conquisto y la que vio nacer. Así pasaron los años y Addeline nombre que le
habían puesto en honor a la madre de Leonor, cumplió cinco años.
Charles feliz por la fiesta que
le habían organizado, salió bajo un día lluvioso a traer a su ángel al jardín
de niños, no dejaría que el tiempo arruinara esa fecha tan especial.
Cogió un paraguas y se aventuro,
solamente pudo escuchar “No mojes a la niña” de parte de Leonor, el lugar
quedaba a tres cuadras de distancia, al llegar la maestra a cargo llamo a
Addeline y ese bello ángel salió del edificio, unas gotitas de agua la
sorprendieron, pero encontró cobijo en los brazos de su padre, que de
bienvenida raspo su barba contra la piel de la niña, lo cual la hizo fruncir el
seño, algo que le encantaba a Charles, se despidieron de la maestra y se
aventuraron a su hogar.
- Papi, ¿Qué me compraste de
regalo?
- Es una sorpresa hija, no te lo
diré.
- Malo, todo el día esperando y
aun tengo que esperar más.
- Haha, paciencia hija, ya
llegaremos a la casa.
- Jummmm
- Llorona.
El camino a casa aunque fuese
corto, de la mano de su niña para Charles era eterno lo cual él amaba, literalmente
decía, “Tiempo al carajo contigo cuando estoy con mi niña”.
No sé qué paso, el destino obro
mal, o era parte de sus planes, el ambiente cambio de color, o eso yo note, la
tristeza próxima a la calamidad arremetió contra el lugar ya que de repente un
estrepitoso grito salió de un transeúnte que miraba desde la calle del lado.
- ¡Señor tenga cuidado!
Solamente eso pudo escuchar
Charles, mientras una tonelada de hierro se acercaba hacia ellos dos, a causa
del suelo mojado, un auto volcó y su camino de impacto hacia ellos trazo, él
debía de actuar no importaba si el moría, debía de salvar a su ángel, debía de
salvarla.
Pero lo curioso de los planes
rápidos es que nunca salen como esperan.
Una mano anónima jalo a Charles
quitándolo del camino del auto, tal sacudida recibió que su mano soltó la mano
de su ángel, su plan se volcó como el auto que en frenesí avanzaba, las
lagrimas salían de sus ojos, su pecho se desgarro, solo pudo observar el
momento en que el auto impacto con su niña, con su ángel, la gente se amontono
al instante, curiosos que aparecen como cucarachas, el sucumbió por dentro,
pero su cuerpo se tiro a buscar a su niña entre los escombros, con ayuda de
algunos de los mirones, era tarde, su ángel se había ido, el cayo llorando, su
llanto hacia presencia más que la lluvia, su vida acabo.
Los días pasaron y ya no había
sentido, Leonor estaba destrozada, él quería fuerza para dársela a ella, pero
no existía tal fuerza, un día el despertó solo, Leonor se había ido, le dejo
esa carta, como de un momento a otro, toda su felicidad se fue, como el destino
le arrebato todo y a cambio le dejo solo tristeza, Charles cayó en el vicio de
la vieja bebida, quería olvidar, quería sanar algo que no podía cambiar. En las
noches el solo se acurrucaba, no había fuerza ni para buscar a su amada, el último acto coherente fue escribir una
melodía, que por su misma tristeza no logro terminar, la tristeza solo se iba
cuando las ráfagas de ira le invadían, destruyendo lo que se le acercara.
Hasta que llego una noche, donde
el decidió acabar con todo, no logro la primera parte de su plan pues no tuvo
el valor de cortar su garganta, así que en su ebriedad se tomo una gran
cantidad de píldoras, quería dormir he ir con su hija, esto que recién paso.
Pero eso no bastaba, sus lagunas
temporales solamente curaron el dolor por unas horas, pero de una forma irreal,
ahora el dolor volvió, recordó que “En ocasiones las
barreras se vuelven puertas”, ya nada había que perder.
Salió de
la habitación mientras le daba un beso a cada carta que había encontrado, una
caricia acompañado de un beso al cuadro de su ángel, entro a la habitación
donde dormía su piano, solamente medio lo acaricio, el motivo de la visita era
para darle un beso y un te amo al cuadro de Leonor, luego salió de ahí, y se
acerco a un escritorio de donde cogió una pluma y un papel y escribió.
Luego
lanzo un suspiro y dijo:
- Iré a
buscarte mi amor, no te dejare sola.
Se acerco
al último lugar donde había estado antes de abordar la habitación de su hija,
todo estaba claro, ya nada le confundía, nuestro amigo maduro, y las fuerzas
encontró, el sabia que Leonor estaba bien, el sabia que ella era más fuerte,
por eso le dejo esa carta, por eso el se iría.
Agarro por
el mango el cuchillo que había limpiado, sonrió, esta vez no dudo.
“Despertare
de esta pesadilla, iré a buscarte Addeline, mi hija, mi ángel, mi amor, me
aventurare a la utopía.”
Fueron las
últimas palabras de mi amigo en esta vida, luego el puñal hizo su danza por el
cuello de Charles, el dolor se compadeció de esa alma herida, pues no hubo tal
expresión en su rostro, el nunca creyó en el infierno, por eso el murió feliz.
Él no fue
llamado cobarde, él despertó.
Fin.
Al fin...